Cambridge School es una academia de idiomas que necesitaba comunicarse de una manera distinta para llegar a un público joven y pre-adolescente y (sobre todo) para transmitirle la importancia de conocer idiomas. El tono y el código debían serle propios (a la vez que enrollados). Y la campaña se basa en stickers de los que utilizan para personalizar sus fotos en redes sociales. Pero con Shakespeare.