En el lingo urbano porteño, en donde se nutre gran parte de mi cotidiano, el gato o su apropiación adjetiva al carácter humano, recorre cierto halo despectivo. En pocas palabras, decirle gato a alguien es insultarlo. Sin embargo, en el campo de las amistades, que se definen en la intimidad de los círculos, gato es un apodo denso en hermandad cariñosa y algo de picante ironía. Aquel amigo gato es quien reúne algunas de las características más entrañables de los felinos domesticados: su nocturnidad, su carácter esquivo, ese vaivén emocional entre el cariño y el desdén, pero por sobre todas las cosas, esa envidiable capacidad de caer siempre bien parado. Entre lo elegante y lo críptico, lo curioso y lo sagaz, lo amoroso y lo egoísta, se define ese campo de atracción que suscitan a a lapersona